domingo, 23 de septiembre de 2012

El cine no es un trozo de vida, sino un pedazo de pastel


Si el maestro del suspense Alfred Hitchcock se hubiera metido en berenjenales pasteleros, seguro que el “bizcocho asustado” de mi madre, le hubiera parecido un pastel de película.

La base de la receta es el bizcocho súper esponjoso de La Cocina de Auro. Como cada año para el cumpleaños de mi suegra, mi madre es la cocinera oficinal y como ya se conoce, pensó que después de una copiosa comilona, lo mejor era hacer un pastel ligero. Triunfó, como siempre.

Ingredientes para la masa:
200g de harina
180g de azúcar
1 cucharadita de levadura
90g de aceite de girasol
180g de leche
4 huevos
Ralladura de 1 limón
50g de almendras picadas
1 pizca de sal

Ingredientes para el almíbar:
6 cucharadas de coñac
2 cucharadas de azúcar
4 cucharadas de agua

Ingredientes para el relleno:
50g de mantequilla blanda
2 cucharadas colmadas de azúcar glas
Mermelada al gusto

Ingredientes para la cobertura:
150g de chocolate de cobertura
50g de mantequilla
50g de agua

Ingredientes para la decoración:
Pasta de azúcar (fondant)
Colorantes en gel
Sprinkles

Preparación:
Precalentamos el horno a 180 ºC y preparamos un molde desmoldable grande (24-26cm) y hondo (8-10cm) en el que forraremos el fondo con papel de horno y engrasaremos bien. Espolvoreamos un poco de azúcar y las almendras picadas, que quedarán en el fondo del bizcocho.

Por otro lado, separamos las claras de las yemas y las batimos con la pizca de sal. Antes de que lleguen a subir mucho, añadimos el azúcar sin dejar de batir y lo continuamos haciendo hasta que lleguen a tener la consistencia firme del merengue.


En otro bol tamizamos la harina y levadura y le añadimos el azúcar, el aceite, las yemas, la leche y la ralladura del limón. Mezclamos bien hasta que estén todos bien integrados y obtengamos una masa homogénea.

Vertemos este preparado sobre las claras montadas que habíamos reservado y con ayuda de una espátula o una lengua pastelera lo mezclamos lentamente con movimientos envolventes para que no se bajen mucho.

Rellenamos el molde con la mezcla y lo metemos en el horno. En esta receta los tiempos también son importantes. Lo normal sería hornear arriba y abajo primero durante 25 minutos a 180 ºC y luego 35-40 minutos más a 165 ºC. El horno de mi madre calienta mucho pero es mucho más regular que el mío, así que ya le tiene el truco cogido. Ella tuvo el bizcocho primero 15 minutos y tras bajar la temperatura solamente 20 minutos más. Si no os fiais mucho de los tiempos porque, como siempre decimos, cada horno es un mundo, lo mejor es tener siempre el palillo a mano para comprobar si sale seco. Este bizcocho sube mucho y es importante no abrir la puerta del horno hasta que haya subido.

 No, no usamos un molde más pequeño del que os he dicho, es que el horno de mi madre es enorme!

Una vez confirmado que está hecho, mi madre le da un susto al pastel dejando caer de golpe el molde al suelo de la cocina. De ahí el apodo que le puso al bizcocho. Al parecer, con esta operación se evita que al enfriarse, el bizcocho se baje tanto que se arrugue mucho por los lados. De todas maneras, la altura que vemos en el horno mientras se cocina, no será la del bizcocho acabado y siempre bajará bastante.

Mientras lo dejamos recuperarse del susto y se enfría, prepararemos el almíbar para humedecer el interior antes de rellenar el pastel. Mezclamos en un cazo el coñac con el azúcar y lo quemamos durante medio minuto. Añadimos el agua y removemos.

Desmoldamos el bizcocho y lo dividimos en 2 mitades para poderlo “emborrachar” (pensad que la mayor parte del alcohol se ha quemado). Distribuimos el almíbar de coñac por las dos partes interiores de las capas del bizcocho y lo dejamos reposar para que vaya empapando.

Batimos la mantequilla con el azúcar glas hasta que blanquee y untamos las dos partes del bizcocho con una capa muy fina. Ponemos una capa de la mermelada que más nos guste (mi madre usó una de pétalos de rosa que estaba increíble!) en la capa de abajo y tapamos con la otra.

Para la cobertura, deshacemos el chocolate troceado y la mantequilla a baño maría o en el microondas, mezclamos y le añadimos el agua mientras removemos y dejamos enfriar un poco para que coja cuerpo antes de verter sobre la superficie del pastel intentando cubrirla bien. Nos podemos ayudar de una espátula para repartirla bien e igualarla.

En esta ocasión, como era el cumpleaños de mi suegra, que ha sido bailarina y profesora de ballet, intenté modelar unas zapatillas de ballet con fondant. No había tocado nunca esta pasta pero como ya os conté mi padre era escultor que tenía un don en las manos y yo aprendo mucho mirando. En mi memoria están grabadas a fuego las imágenes de los pimientos y los tomates que nos hacía a mi hermano y a mí cuando éramos pequeños únicamente con la cera de los minibabybel. Yo no tengo ese don, pero sé que puedo hacer algo medio resultón con práctica. La verdad es que las zapatillas me daban un poco de vergüenza porque no me quedaron muy bien, pero a mi suegra le encantaron. Las sacó del pastel para guardárselas antes de cortarlo y por mucho que le dije que se comían, se las llevó para casa.


En el momento de servir el pastel, lo dejamos reposar un momento fuera de la nevera para que brillara bien el chocolate de la cobertura y pegamos unos sprinkles dorados alrededor, pusimos las velas y a disfrutar.





Veredicto y observaciones:
Aunque no lo parezca porque en el interior prácticamente no se ven burbujitas de aire y tiene más el aspecto de una tarta de queso, el bizcocho es ligerísimo, se funde en la boca y está buenísimo!! Además, si lo hace tu madre, complicación cero :P

martes, 18 de septiembre de 2012

Say Cheeeeeese!


Me gusta el queso, todas y cada una de sus variantes. De pequeña me encantaba el roquefort, el cabrales y el tupi. Mi madre me miraba raro porque ella no es de quesos fuertes ni pensaba que a un crio le pudieran gustar. En esos casos yo me aliaba con mi padre, quesero como yo, y cuando íbamos a comprar era su compinche a la hora de escoger alguna rareza para probar.

Pero el post de hoy no va de quesos fuertes, hoy los quesos suaves se funden con el azúcar y el huevo para deleitar a cualquier paladar. Hoy toca el New York Cheesecake!!!

Hacía mucho tiempo que quería probar de hacerlo, así que rebusqué recetas por toda la red y acabé haciendo la mía propia en base a la que encontré en Recetas de Rechupete.

Aviso navegantes: con estas cantidades sale un superpastel que pesa lo que no está escrito, así que para 2 ni se os ocurra!

Ingredientes para la masa:
Un tubo de galletas maría (30-35 galletas)
75g de mantequilla
6 huevos grandes
400g de queso “Philadelphia”
200g de mascarpone
1 yogur griego
200g de azúcar
300g de nata líquida
50g de harina de repostería
1 cucharadita de esencia de limón

Ingredientes para el pseudocoulis espeso de fresas:
400g de fresas
100g de azúcar
80g de agua
3 cucharadas de zumo de limón

Preparación:
Empezamos triturando las galletas y derritiendo la mantequilla. Mezclamos en un bol con un tenedor o con las manos (ojo si la mantequilla se ha calentado mucho) la mantequilla con las galletas trituradas hasta conseguir una masa homogénea con aspecto de migas.

Ponemos la mezcla en un molde desmoldable de al menos 22 cm de diámetro y vamos cubriendo todo el fondo apretando con los dedos hasta que tenga el mismo grosor en toda la superficie y hasta los bordes. Si queda demasiado esponjoso, se puede poner un momentito en el horno a baja temperatura para que endurezca, pero queda bien igual si no realizamos esta operación.

Mientras se calienta el horno a 200 ºC, batimos bien los huevos con el azúcar. Añadimos los dos quesos, la nata y el yogur y seguimos batiendo hasta que queden bien integrados. Añadimos la esencia de limón y la harina (mejor tamizarla para que cueste menos deshacer grumos) y volvemos a batir para obtener una crema densa y homogénea.

Introducimos la crema en el molde y lo ponemos en el horno unos 10 minutos. Transcurrido este tiempo, bajamos la temperatura a 180 ºC y lo dejamos unos 60 minutos. Como mi horno está especialmente loco, con unos 45 minutos tengo bastante. Es importante que una vez apagado el horno, dejemos que se enfríe poco a poco durante varias horas sin sacar la tarta para que no se agriete. La primera vez que la hice fue la noche antes de mi cumpleaños. Se fue la luz de casa cuando llevaba menos de 40 minutos de horno. No sabía qué hacer, no sabía si estaría suficientemente hecho. La luz volvió y decidí ponerlo 10 minutitos más hasta tenerme que ir. Así que salí de casa dejando el pastel en el horno y sin tener ni idea de si sería aprovechable para el postre del día siguiente. Para mi sorpresa, cuando llegué a casa de madrugada, la tarta estaba agrietada pero hecha, así que lo metí en la nevera, me fui a dormir y por la mañana hice la salsa de fresas.

Para prepararla también había visto varios modos de hacerlo y me inventé un poco las cantidades a ojo. Muchas recetas tiran de mermeladas o preparados de fresa y gelatina para hacer la cobertura de la tarta. Yo no quería desaprovechar los fresones que tenía y que seguramente serían de los últimos de la temporada, pero tampoco quería un coulis al uso, así que los trituré en el Thermomix a 90 ºC con el azúcar, el agua y el zumo de limón a baja velocidad intentando que no se desintegraran y luego lo dejé unos 10 minutos girando al revés a la misma temperatura. Metí la salsa pegajosa pero no muy espesa en un recipiente hermético y listos para la comida familiar.

No hice fotos del proceso y la única que tengo del pastel entero es ésta con los dichosos numeritos. No se aprecia la grieta pero haberla hayla y la tarta no está en todo su esplendor porque a mi pareja no le gustan las mermeladas ni nada que se le parezca, así que cada uno se puso la salsa en la cuña de su plato.
Sí, la que sopla soy yo y la observadora mi madre ^_^'

Veredicto y observaciones:
Es rápido de preparar, lento de cocer, especialito con las temperaturas. Queda suave y cremoso, así que agrietado o no, está de muerte. La segunda vez que lo hice no se fue la luz y también se me agrietó, quizás un poco menos. La próxima vez intentaré controlar mejor las temperaturas y si sigue con las mismas, me replantearé la jubilación inmediata de mi horno.


sábado, 15 de septiembre de 2012

¿Did you guys know that chocolate…


contains a property that triggers the release of endorphins? Gives one the feeling of being in love. 

Cuanta razón tenía Willy Wonka… Nos encanta el chocolate! porque al segregar endorfinas nos sentimos bien. Y para prevenir la depresión post-vacacional que seguro que me asalta el lunes, hoy he preparado unos coulant para el postre.


Aunque hay otros postres que llevan más cantidad de chocolate, para mí no hay ninguno que sepa tanto a chocolate como éste. La receta la saqué de un libro que me regaló mi madre hace años (Las 100 mejores recetas Chocolate de Linda Doeser) y es esa misma receta que hace que siempre que vamos invitados a casa de alguien, me pregunten si llevaré el postre. Es una de mis recetas estrella hasta hoy y con mucho gusto os la presto a todos para que la probéis.

Ingredientes (4-6 coulant):
100g de mantequilla (y un poquito más para engrasar los moldes)
100g de chocolate de cobertura
100g de azúcar glas (y un poquito más para espolvorear)
2 huevo grandes
2 cucharadas de harina
1 cucharadita de esencia de vainilla
Helado de vainilla o confitura de naranja amarga para acompañar (aunque podéis acompañarlo de lo que más os apetezca).


Preparación:
Para esta receta lo más importante es conocer el horno porque si calienta más o menos el tiempo variará y si nos pasamos de cocción, en lugar de unos coulant jugosos y con el centro fundido, tendremos unos bizcochitos de chocolate ricos pero sin ninguna gracia.

Precalentamos el horno a 200ºC (el mío a 180ºC y controlándolo mucho me los hace de maravilla). Engrasamos los moldes individuales con mantequilla y los espolvoreamos con azúcar glas. Ponemos a derretir la mantequilla junto con el chocolate y lo mezclamos hasta que quede homogeneizado y suave y lo dejamos enfriar. Lo mejor es hacerlo a baño maría, pero con el microondas obtenemos prácticamente el mismo resultado mucho más rápido.

Por otro lado batimos a mano en un bol o en el pequeño electrodoméstico que tengáis, los huevos con el azúcar, la esencia de vainilla y la harina. Cuando estén bien integrados, añadimos a esta mezcla el chocolate fundido con la mantequilla y llenamos cada uno de los moldes sin llegar al borde. La receta original es para 4 pero a mí, por el tamaño de los moldes, me suelen salir 5 o 6 siempre.


Metemos los moldes en el horno de 12 a 15 minutos (ya he dicho que era importante conocer el horno y estar pendientes). Veremos que empiezan a crecer sobre todo por los lados y antes de que veamos que sube y se cuaja el centro, apagamos y los sacamos. Un truco para intentar asegurarnos de que nos quedarán fundidos por dentro es meterlos media horita en el congelador. De hecho, se pueden tener congelados bien tapados con film y meterlos en el horno en el momento en el que queráis disfrutar de ellos, siempre teniendo en cuenta que tardarán algo más en hornearse.

Dejamos que se enfríen un poco antes de desmoldar para que al retraerse un poco se suelten mejor de los moldes y los presentamos en platos de postre espolvoreados con un poco de azúcar glas y el helado, coulis, mermelada o lo que más nos apetezca.



Veredicto y observaciones:
Es sencillo, rápido y resultón. Además sabe muuuucho a chocolate y mientras lo haces y te lo comes ni te acuerdas de que el lunes vuelves a trabajar. Ains… 


viernes, 14 de septiembre de 2012

¿Por qué las magdalenas se ponen duras y las galletas blandas? Un post en 2 partes Vol.2


Como era de esperar, la segunda parte del post trata sobre la decoración de las galletas. En este caso con glasa. Ahora que se ha puesto tan de moda la decoración con “royal icing”, mi madre se ríe al recordar las panzadas a batir a mano que se había pegado para decorar sus tartas con “glasa real” hace un montón de años, cuando la descubrió en alguna revista de repostería. Ahora enchufamos el Thermomix y listo.

La receta sencilla de la glasa es tan fácil de recordar como complicado es que siempre quede igual.

Ingredientes:
2 claras de huevo
400 g de azúcar glas (cuanto más fino sea mejor)
Colorantes y aromas que queramos utilizar

Preparación:
No hay secreto, solo cruzar los dedos para que si conseguís la textura deseada sea así siempre. Únicamente hay que batir las claras con una tercera parte del azúcar y seguir añadiendo poco a poco el resto sin dejar de batir. Si incorporamos algún aroma, mejor que sea incoloro para no teñir la glasa de un color indeseado. Hay que tener en cuenta también que al incorporarlo, la glasa se volverá más líquida, por lo que no conviene echar mucha cantidad. Yo de momento he preferido no aromatizar la glasa. Cuando lo pruebe ya os contaré.

La textura que tenemos que conseguir en la glasa una vez incorporado todo el azúcar es como de pomada espesa. Al cogerla con la cuchara tiene que ser suficientemente densa como para que no se caiga. En algunas webs había visto algunos consejos para saber si la glasa tiene la textura necesaria para el delineado de las galletas, como introducirla en una manga con boquilla fina y trazar una cruz, primero una línea y luego otra por encima; si ambas se mantienen sin juntarse es que tenemos lo que necesitamos. La verdad es que no lo he probado.

Cuando tenemos la glasa para delinear el siguiente paso es separarla en tantos bols como colores necesitemos para decorar. Pondremos el colorante que deseemos (siempre mejor en polvo o gel para que no varíe demasiado la textura de la glasa) y mezclaremos bien para que quede un color uniforme en cada uno de los bols. Para mis flores usé rojo, amarillo, naranja y blanco. Además, siempre hay que guardarse un poco de blanco por si acaso hacemos corto por algún lado.

Una vez coloreada la glasa para delinear, separaremos una parte de cada uno de los bols para preparar la glasa de relleno. Para hacerla más líquida únicamente hay que ir añadiendo agua gota a gota, sin pasarse. Deberá tener una consistencia parecida a la miel. En este caso también hay consejos por la red en los que se indica el tiempo que debería tardar en disolverse una cucharada de glasa con el resto del bol y que varía (5, 7, 10 segundos) según las opiniones.  En mi caso también lo hice a ojo.
Si como yo, no disponéis de suficientes boquillas de agujero pequeño para delinear cada uno de los colores, es importante que tapéis los bols que no vayáis a usar inmediatamente con film, ya que seca muy rápido.

Hay que tener a mano el dibujo de lo que queréis plasmar en las galletas. La primera vez que hice las galletas no tenía intención de decorarlas con glasa, solamente probar la masa, tiempo de cocción, intentar entender por qué mi horno doraba más las de un lado que las de otro… y únicamente les hice unos dibujitos cutres con chocolate.

La segunda vez ya quería probar con glasa, a ver qué tal se me daba dibujar bordes y rellenar, pero sin ningún dibujo en mente. Hice unas galletas con forma de gato para mi suegra que estaba ingresada y alguna estrella. Como las estrellas quedaban sosillas a mi hermano (el diseñador del título, el logo y el fondo de este blog) se le ocurrió pintarles cara y quedaron graciosas.




Esta otra vez ya me lancé y me gustaron unas flores de The Sweet Adventures of Sugarbelle que podéis ver aquí, así que empecé delineando los bordes en dos colores. Unas rojas y otras naranjas.

Después añadí el centro blanco con glasa un poco más diluida que la del borde y cuando estaba un poco seco, acabé de rellenar las flores con el color correspondiente al borde.


El siguiente paso era añadir un nuevo borde y pincelarlo hacia el centro para dar el aspecto deseado a los pétalos. Según las instrucciones de Sugarbelle se debían hacer luego un nuevo borde más hacia el centro y repetir la operación de pincelado. Problemas: me quedaba poca glasa roja y la naranja que me había sobrado acababa de tirarla sin pensar que la iba a volver a necesitar. Total, que las flores rojas fueron de peor a mejor según le cogía el tranquillo a la decoración y para las naranjas me tiré de la moto y les añadí el borde rojo y un poco de amarillo del que tenía reservado para hacer los estambres. Según me parece a mi, acabaron quedando más bonitas las naranjas.


El último paso era dibujar el pistilo y en lugar de añadirle el azúcar amarillo le puse unos sprinkles dorados. 

¿Qué os parece el resultado? Se parecen como un huevo a una castaña a las de Sugarbelle, pero para ser mis primeras flores estoy contenta.

Veredicto y observaciones:
Pues si las galletas sin decorar ya estaban buenas, ahora además estaban bonitas. Yo veo claramente una mejora desde las primeras hasta las últimas (no hay 2 iguales), así que la cuestión es practicar. Y practicar para hacerlo mejor y más rápido porque me llevó toda una tarde decorar las galletas. Hubiera jurado que había 100 pero solo fueron 22.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿Por qué las magdalenas se ponen duras y las galletas blandas? Un post en 2 partes Vol.1

Mi madre nunca deja de sorprenderme. El otro día hicimos galletas y mientras preparábamos todos los bártulos para tenerlos a mano, apareció una cajita con varias boquillas que me dejó literalmente con la boca abierta. Hace pocos días yo me había comprado una redonda “enorme” según me pareció en la tienda y la creí perfecta para decorar cupcakes. Solo hace falta verla en comparación con las de mi madre para hacerse una idea de quién sabe de todo esto en la familia...


Pero no solo me sorprende a mi. En el concurso de tortillas anual del Centre Comercial Gran Via (Gran Via de les Corts Catalanes, 691) presentó este año una tortilla dulce y aunque no ganó, consiguió que hablara de ella en Catalunya Ràdio el chef del Restaurant MonVínic Sergi de Meià, premio nacional 2009 al “Cuiner Jove de l'Any” otorgado por la Acadèmia Catalana de Gastronomia.
En el minuto 27:50 del enlace que os dejo podéis escuchar lo que dicen de ella.

Y siguiendo con las galletas, os dejo la receta de las que hicimos en base a la receta de Velocidad Cuchara, adaptada para Thermomix a su vez de un tutorial de El Rincón de Bea:

Ingredientes:
400g de harina
50g de maizena
225g de mantequilla a temperatura ambiente (importante)
240g de azúcar glas
1 clara de huevo
Esencia de vainilla
Sal

Preparación:
Batimos la mantequilla hasta que quede con una textura suave. Si se hace con el Thermomix, seguramente habrá que pararlo y bajar con la espátula la mantequilla que haya quedado en las paredes. Iremos añadiendo poco a poco el azúcar glas mientras batimos y lo seguimos batiendo unos minutos hasta conseguir una textura esponjosa y más blanca.
A continuación se añade la clara de huevo y la esencia de vainilla, que se deberán batir hasta su completa integración.
A partir de aquí incorporaremos la harina tamizada junto con la maizena cucharada a cucharada mientras continuamos batiendo y seguimos a velocidad media hasta que tengamos una masa uniforme a la que se pueda dar forma con las manos.
Pondremos papel de horno sobre el marmol o encimera y la bola de masa que no se nos debería pegar en las manos.
Habitualmente se hacen varias porciones de la masa, yo hice 2. Colocamos una de las porciones entre dos papeles de horno y se estira con un rodillo hasta tener el grosor deseado (con 0,5cm salen unas galletas hermosas). Es importante que toda la masa tenga el mismo grosor ya que sino al hornear las galletas unas se dorarán mucho más rápido que otras como me pasó a mi la primera vez. Además, si hay que decorarlas con glasa, deberá ser lo más lisa y nivelada posible. En este caso pusimos unas maderitas a los lados de la masa para usar el rodillo de madera pero hay que mejorar la técnica ya que como se puede ver en la foto, la masa quedó con algunas marcas del papel.
Metemos la masa estirada en una superficie plana en la nevera varias horas y realizamos la misma operación con el resto de porciones. Yo en este caso, la bola sobrante la envolví con film y la congelé para otra ocasión.
Una vez enfriada la masa, calentamos el horno a 180ºC. La sacamos de la nevera y empezamos a cortar las galletas con un cortador intentando aprovechar al máximo los huecos que vayamos dejando. La masa sobrante se puede volver a amasar, estirar y enfriar para hacer algunas galletas más, aunque cada vez que lo hacemos la masa pierde algo de su textura original.

Conforme vamos cortando las galletas, las vamos traspasando a la bandeja del horno que habremos cubierto con papel de hornear. No hace falta dejar mucha separación entre ellas ya que no crecen casi nada, así que con un par de centímetros nos basta. Es importante que la bandeja esté fría por lo que entre hornadas hay que dejarla enfriar o tener más de una. 


El tiempo de horneado dependerá del tamaño y grosor de las galletas. Lo habitual son unos 10-15 minutos o hasta que veamos que se empiezan a dorar los bordes.
Las galletas se despegarán fácilmente pero hay que hacerlo suavemente para evitar romperlas, ya que calientes aún son un poco blandas. Cuando estén completamente frías ya se podrán decorar con glasa o fondant según prefiramos.


Veredicto y observaciones:
Huelen que alimentan. Me recuerda el olor que escapa de esas latas azules de galletas danesas al abrirlas. La primera hornada perfecta, la segunda se quemó. Hay que vigilarlas mucho porque 1 minuto y pasan de la perfección al desastre. Además de las flores hice alguna otra forma para probar los cortadores de plástico que tenía mi madre, unos bien, otros no tan bien. Probé alguna galleta de las que no me gustaba la forma y que además rompí accidentalmente al caerseme de la mano uno de los bols con la glasa que estaba acabando de preparar y mmmm... buenísimas oiga! 

Por cierto, a diferencia de la primera entrada en la que el título era únicamente un chiste (con explicación científica del porqué de los colores pero un chiste al fin y al cabo), esta vez me parece más interesante dar respuesta a la pregunta del título de esta entrada: la culpa la tiene la humedad del ambiente. Las magdalenas al tener mucha humedad, al contacto con el aire la pierden; en cambio las galletas, que tienen una humedad muy baja, tienden a absorberla del ambiente. Por eso en ambos casos lo mejor es conservarlas herméticamente para conservar sus texturas originales y consumirlas en poco tiempo desde que se hacen.


sábado, 8 de septiembre de 2012

¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color rojo?


Pues lejos de parecerse a los terribles días rojos de Holly (Audrey Hepburn) en Breakfast at Tiffany's, ayer fue un día alegre donde el rojo estaba por todas partes en mi cocina. Era el rojo que por fin conseguí ver en mis Red Velvet Cupcakes que manchaba mi Thermomix, mis bols y mis utensilios. Si llega a entrar alguien mientras los ponía a todos en remojo en el fregadero igual pensaba que estaba en la escena de un crimen.

La cuestión es que esos cupcakes no me salieron bien a la primera. De hecho fueron los que intenté hacer el mismo día que el frosting con base de merengue que no conseguí con el Thermomix. Creo que a parte de que yo no tuviera el día, igual no escogí la mejor receta. Me quedaron marrones.


Mientras preparaba la masa ya me pareció exagerada la cantidad de cacao en polvo que llevaba pero, raro en mi, no hice modificaciones y seguí la receta al pie de la letra. La masa me dio para llenar 16 cápsulas y se juntaron otros problemas: solo tenía un molde de 6 y las cápsulas eran muy finas, así que desastre total.


Los que sobrevivieron sabían bien pero no eran red. Con eso y con el Swiss Meringue Buttercream goteando lagrimones por todo el perímetro de las cápsulas pillé un disgusto que ya no tuve ánimos ni de hacerles fotos.

Total que como en mi casa me enseñaron que quien se rinde no triunfa, busqué una nueva receta y esta vez fui sobre seguro: escogí la receta de Bea de El Rincón de Bea y la tuneé un poquito a mi conveniencia.

Ingredientes:
240 ml. aceite de oliva suave
240 ml. buttermilk casero
2 huevos grandes
Colorante rojo en gel
1 cucharadita de vinagre blanco
1 cucharadita de extracto de vainilla
1/2 cucharadita sal
1 cucharadita bicarbonato sódico
4 cucharaditas cacao en polvo Valor sin azúcar
350 gr. harina de repostería
250 gr. azúcar

Preparación:
Precalentamos el horno a 170 ºC y ponemos las cápsulas en el molde (esta vez ya tenía uno de 12).
Si no tenéis buttermilk como era mi caso, lo primero será prepararlo casero añadiendo una cucharada grande de zumo de limón a 225-230 ml de leche semidesnatada (aunque quizás con leche entera quedaría mejor) y remover la mezcla. Como se tiene que dejar reposar unos 10-15 minutos hasta que parezca leche cortada, aprovechamos para pesar el resto de los ingredientes para tenerlos listos y a mano conforme se van necesitando.
Batimos los ingredientes líquidos hasta que estén integrados (aceite, buttermilk, huevos, colorante, vinagre y extracto de vainilla). Como en la receta que tomé de base el colorante era en pasta y el mío era en gel, lo que hice fue irle añadiendo el colorante hasta que me pareció suficientemente roja la masa. Además, el cacao lo puse un poco a ojo por miedo a que me volvieran a quedar marrones.
Por otro lado preparamos los ingredientes secos tamizando en un bol la harina, el azúcar, la sal, el bicarbonato y el cacao en polvo. Esta mezcla la iremos añadiendo a la mezcla líquida en varias veces mientras batimos a velocidad media hasta obtener una masa uniforme.


Con ayuda de una cuchara o una salsera llenamos todas las cápsulas de papel del molde hasta ¾ partes de su capacidad y lo metemos al horno durante unos 30 minutos. Si tenéis un horno viejo y cutre como el mío que no cuece siempre igual, no está de más que tengáis siempre a mano un palillo para comprobar si sale limpio y vuestros cupcakes ya están listos.
Solamente queda dejar enfriar en el molde unos 5 minutos y luego traspasarlos a una rejilla hasta que enfríen del todo.

La receta de Bea la podéis encontrar aquí.

Mientras se enfrían los cupcakes preparamos el frosting. En este caso no usé el de Bea ya que tenía ganas de probar uno con crema de queso y tenía muy claro que aquí sí que tiraría de inventiva e intuición. En base al montón de recetas que había curioseado anteriormente para los buttercream e intentando mantener un poco las proporciones generales que había visto, la receta que me salió fue ésta:

Ingredientes:
250 gr de Mascarpone
150 gr de mantequilla a temperatura ambiente
300 gr de azúcar glas (mejor comprado que preparado en casa)
1 cucharadita de esencia de vainilla

Preparación:
Batimos bien la mantequilla para que blanquee y le añadimos el queso sin dejar de batir. Cuando se hayan unificado añadimos la mitad del azúcar y seguimos batiendo. Incorporamos el resto del azúcar y batimos hasta que veamos que la crema es uniforme y consistente. Si queda demasiado líquida se puede añadir más azúcar ya que si no es suficientemente espesa no se podrá decorar con la manga y se escurrirá de los cupcakes como me pasó con mi experimento anterior.


El toque final se lo di con azúcar que teñí de rojo en un abrir y cerrar de ojos, poniendo un poco en un tarro de cristal con unas gotas de colorante y sacudiéndolo como si de una coctelera se tratara.

Veredicto y observaciones:
Mi veredicto para estos cupcakes es favorable, aunque pueden salir mejor. Tengo que decir que me sorprendió la manera como crecieron haciendo media esfera por encima de la cápsula porque la verdad es que esperaba que fueran planos como los que había hecho hasta entonces. 


Para mi gusto los agujeritos de dentro eran demasiado grandes. Como buena científica (al menos había una dentro de mí hace años que me hizo licenciarme en Ciencias Ambientales) tendré que investigar si puede ser por la rapidez al batir, por el tiempo desde que se prepara la mezcla hasta que se meten las cápsulas en el horno, por la cantidad de bicarbonato, por cómo cuece el horno... En cuanto al frosting, la próxima vez intentaré mejorarlo aumentando la proporción de queso respecto a la mantequilla y añadiendo algo más de azúcar para ver si espesa aún más.