Si el maestro
del suspense Alfred Hitchcock se hubiera metido en berenjenales pasteleros,
seguro que el “bizcocho asustado” de mi madre, le hubiera parecido un pastel de
película.
La base de la
receta es el bizcocho súper esponjoso de La Cocina de Auro. Como
cada año para el cumpleaños de mi suegra, mi madre es la cocinera oficinal y
como ya se conoce, pensó que después de una copiosa comilona, lo mejor era hacer
un pastel ligero. Triunfó, como siempre.
Ingredientes
para la masa:
200g de harina
180g de azúcar
1 cucharadita de
levadura
90g de aceite
de girasol
180g de leche
4 huevos
Ralladura de 1
limón
50g de
almendras picadas
1 pizca de sal
Ingredientes para
el almíbar:
6 cucharadas
de coñac
2 cucharadas
de azúcar
4 cucharadas
de agua
Ingredientes
para el relleno:
50g de
mantequilla blanda
2 cucharadas
colmadas de azúcar glas
Mermelada al
gusto
Ingredientes para
la cobertura:
150g de
chocolate de cobertura
50g de
mantequilla
50g de agua
Ingredientes
para la decoración:
Pasta de
azúcar (fondant)
Colorantes en
gel
Sprinkles
Preparación:
Precalentamos
el horno a 180 ºC y preparamos un molde desmoldable grande (24-26cm) y hondo
(8-10cm) en el que forraremos el fondo con papel de horno y engrasaremos bien. Espolvoreamos
un poco de azúcar y las almendras picadas, que quedarán en el fondo del bizcocho.
Por otro lado,
separamos las claras de las yemas y las batimos con la pizca de sal. Antes de
que lleguen a subir mucho, añadimos el azúcar sin dejar de batir y lo
continuamos haciendo hasta que lleguen a tener la consistencia firme del
merengue.
En otro bol
tamizamos la harina y levadura y le añadimos el azúcar, el aceite, las yemas, la
leche y la ralladura del limón. Mezclamos bien hasta que estén todos bien
integrados y obtengamos una masa homogénea.
Vertemos este
preparado sobre las claras montadas que habíamos reservado y con ayuda de una
espátula o una lengua pastelera lo mezclamos lentamente con movimientos
envolventes para que no se bajen mucho.
Rellenamos el
molde con la mezcla y lo metemos en el horno. En esta receta los tiempos
también son importantes. Lo normal sería hornear arriba y abajo primero durante
25 minutos a 180 ºC y luego 35-40 minutos más a 165 ºC. El horno de mi madre
calienta mucho pero es mucho más regular que el mío, así que ya le tiene el
truco cogido. Ella tuvo el bizcocho primero 15 minutos y tras bajar la
temperatura solamente 20 minutos más. Si no os fiais mucho de los tiempos
porque, como siempre decimos, cada horno es un mundo, lo mejor es tener siempre
el palillo a mano para comprobar si sale seco. Este bizcocho sube mucho y es
importante no abrir la puerta del horno hasta que haya subido.
No, no usamos un molde más pequeño del que os he dicho, es que el horno de mi madre es enorme!
Una vez
confirmado que está hecho, mi madre le da un susto al pastel dejando caer de
golpe el molde al suelo de la cocina. De ahí el apodo que le puso al bizcocho.
Al parecer, con esta operación se evita que al enfriarse, el bizcocho se baje
tanto que se arrugue mucho por los lados. De todas maneras, la altura que vemos
en el horno mientras se cocina, no será la del bizcocho acabado y siempre
bajará bastante.
Mientras lo
dejamos recuperarse del susto y se enfría, prepararemos el almíbar para
humedecer el interior antes de rellenar el pastel. Mezclamos en un cazo el
coñac con el azúcar y lo quemamos durante medio minuto. Añadimos el agua y
removemos.
Desmoldamos el
bizcocho y lo dividimos en 2 mitades para poderlo “emborrachar” (pensad que la
mayor parte del alcohol se ha quemado). Distribuimos el almíbar de coñac por
las dos partes interiores de las capas del bizcocho y lo dejamos reposar para
que vaya empapando.
Batimos la
mantequilla con el azúcar glas hasta que blanquee y untamos las dos partes del
bizcocho con una capa muy fina. Ponemos una capa de la mermelada que más nos
guste (mi madre usó una de pétalos de rosa que estaba increíble!) en la capa de
abajo y tapamos con la otra.
Para la
cobertura, deshacemos el chocolate troceado y la mantequilla a baño maría o en
el microondas, mezclamos y le añadimos el agua mientras removemos y dejamos
enfriar un poco para que coja cuerpo antes de verter sobre la superficie del
pastel intentando cubrirla bien. Nos podemos ayudar de una espátula para
repartirla bien e igualarla.
En esta
ocasión, como era el cumpleaños de mi suegra, que ha sido bailarina y profesora
de ballet, intenté modelar unas zapatillas de ballet con fondant. No había
tocado nunca esta pasta pero como ya os conté mi padre era escultor que tenía
un don en las manos y yo aprendo mucho mirando. En mi memoria están grabadas a
fuego las imágenes de los pimientos y los tomates que nos hacía a mi hermano y
a mí cuando éramos pequeños únicamente con la cera de los minibabybel. Yo no
tengo ese don, pero sé que puedo hacer algo medio resultón con práctica. La
verdad es que las zapatillas me daban un poco de vergüenza porque no me
quedaron muy bien, pero a mi suegra le encantaron. Las sacó del pastel para
guardárselas antes de cortarlo y por mucho que le dije que se comían, se las
llevó para casa.
En el momento
de servir el pastel, lo dejamos reposar un momento fuera de la nevera para que
brillara bien el chocolate de la cobertura y pegamos unos sprinkles dorados
alrededor, pusimos las velas y a disfrutar.
Veredicto y
observaciones:
Aunque no lo
parezca porque en el interior prácticamente no se ven burbujitas de aire y
tiene más el aspecto de una tarta de queso, el bizcocho es ligerísimo, se funde
en la boca y está buenísimo!! Además, si lo hace tu madre, complicación cero :P